Aquí os dejamos 18 de las mejores y más conocidas LEYENDAS DE TOLEDO.
¡ DISFRUTAD DE LA LECTURA!
Un recuerdo a Bécquer en la
Plaza de Santo Domingo El Real...
No había manera, los toledanos lo hacían
también en tiempos pasados, dejar en esta plaza un recuerdo al personaje que
nos embrujó y nos inspiró en este viaje: Gustavo Adolfo Bécquer. Mientras
descansábamos entonces, esperando al público, les propuse a los actores
escribir unas palabras de admiración al poeta de las rimas y dejarlas junto a
una vela en un cuadrito bajo una placa que le conmemora en esta plaza.
La Leyenda...
En algunas placas colgadas en las esquinas de las callejuelas toledanas se
destaca el dibujo de una hoja de los naranjos; los amantes del Toledo mágico
saben descifrar su símbolo, un vivo recuerdo a Gustavo Adolfo Bécquer, a las
leyendas toledanas que relató.
Se encontraba el poeta paseando un día por la plaza de Santo Domingo El Real,
cuando vio como las cortinillas de una de las ventanas se levantaban para
volver a caer con rapidez, ocultando a sus ojos la persona que le miraba.
Bécquer volvió a pasar otra tarde y nuevamente ocurrió el mismo hecho, pero no
pudo distinguir a nadie en concreto; sin embargo, su sensibilidad como poeta,
no le dejo duda que se trataba de una bella mujer, que la conocía y que ella
quería expresarle algo... Aquel día sacó su lápiz y apuntó en su cuaderno lo
que llamo “ la primera fecha”.
Pasados unos meses, Bécquer vuelve a Toledo, y en otra de sus salidas por esta
parte de la ciudad, estando dibujando la portada del viejo convento, creyó ver
que desde la misma ventana, una blanca y juvenil mano le saludaba, sin que
pudiera percibir rostro alguno. Nuestro poeta espero durante algún tiempo para
ver si se repetía el suceso pero ya no volvió a ver aquella misteriosa mano.
Llegó la hora en que tenia que partir hacia Madrid, donde residía, pero antes
de guardar sus dibujos apuntó en su cuaderno esta “segunda fecha”
Pasó un año hasta que el poeta volvió nuevamente a esta plaza sin que se le
hubieran borrado del todo aquellos recuerdos. Llegándose, le pareció oír las
notas de un órgano y los cantos religiosos de voces femeninas que salían del
convento.
Preguntó a un mendigo que se hallaba junto a la puerta qué se celebraba ahí, y
éste le contestó que se trataba de una toma de hábitos para una novicia.
Entregado Bécquer por ver el desarrollo de este ritual, entró en la iglesia y
vio como los sacerdotes envueltos en el incienso se dirigían al fondo del
templo donde se hallaba la virgen que iba a ser consagrada ese día con Dios.
Vio como la abadesa, en una acto ceremonial, cortó a la joven el largo cabello
que tenía, le quitó las joyas que llevaba y la desnudó de su traje ordinario
para ponerle el hábito, vio también como la joven se tumbaba boca abajo en el
suelo y se la cubría con pétalos de flores en medio del sonido de una triste
melodía.
Acabado el rito, se abrió una puerta dentro del coro por donde la nueva esposa
de Dios entró hacia la clausura; en ese momento el poeta pudo ver su rostro y
se dio cuenta que él conocía a aquella muchacha sin haberla visto nunca, era la
mujer de la mano blanca que le saludaba desde las ventanas del convento.
Quiso gritar para expresar sus sentimientos, pero no pudo. En aquel mismo
instante se cerraba para siempre la puerta claustral.
Pregunta con impaciencia a una viejecita quién era la muchacha... y ésta le
dijo que se trataba de una joven que se encontraba sola en el mundo tras la
muerte de sus padres y, viéndola así, el deán de la catedral, le ofreció una
dote para que pudiera tomar el velo.
Cuando nuestro poeta le pregunta donde vivía esa mujer, no pudo contener sus
sentimientos al saber que era aquella casa donde vio por primera vez levantarse
y caerse las cortinas de la ventana.
Esta es “La tercera fecha” de Bécquer, que nunca fue escrita porque el poeta la
llevó en un sitio donde no se borraría jamás, donde nadie más la puede leer, en
su corazón.
El
Cristo de la Calavera...
Duelo por Inés en la calle del Cristo de
la Calavera...
Esperando al público, los actores
preparan los atrezzos, repasando el texto de la escena del duelo de dos jóvenes
por una mujer cuando, de repente, dos jovencitos pasan de frente, echándose la
culpa uno al otro por dejar perder la oportunidad de estar con una chica; una
sonrisa nos invade a todos al pensar que es la misma escena que íbamos a
interpretar en aquel instante.
La leyenda...
El rey Alfonso VIII preparaba una gran expedición guerrera contra los árabes y,
antes de partir, organizó una gran fiesta en el Alcázar en honor de sus tropas.
Noche de damas y caballeros envueltos en la elegancia y, cómo no, los juegos
amorosos, las miradas y los gestos entre los dos sexos.
Todos los caballeros habían sido impresionados por la presencia de una bella
dama llamada Inés; entre ellos se hallaban dos jóvenes, Alonso y Lope de
Sandoval, que con el paso de las horas se enfrentaban basándose en frases y
burlas para ganar la mirada de aquella mujer.
Cuando los piques llegaron a ser agresivos, la dama se levantó para evitar un
incidente más grave entre esos dos jóvenes, pero en ese momento se le cayó un
guante que llevaba y, naturalmente, los dos caballeros se lanzaron al suelo
para coger la prenda y devolverla a su dueña.
Afortunadamente, la escena fue cortada por la llegada del rey que tomó el
guante y lo devolvió a la dama.
Finalizada la fiesta, los invitados se fueron a sus aposentos; pero fuera del
Alcázar, en la Calle de La Calavera, donde la oscuridad era la dueña de Toledo,
aparecieron dos sombras confusas sujetando sus espadas, avanzando para quedarse
cara a cara.
Eran los dos invitados, Alonso y Lope, que habían decidido resolver sus
diferencias con las armas y que no habían encontrado mejor sitio tranquilo que
éste para hacerlo, justamente bajo la imagen de un Cristo que había junto con
una calavera y una lamparilla de aceite que alumbraba el lugar.
Tras saludar al Cristo, sacaron sus espadas para comenzar el duelo y, cuando se
chocaron sus aceros por primera vez, la lamparilla se apagó y la calle se quedó
sumida en la oscuridad; al separarse ambos dudando qué hacer, el farolillo
volvió a brillar; los dos caballeros se sorprendieron un poco, pero siguieron
su lucha y otra vez, al chocar sus espadas, se apagó la lamparilla y, al
separarse, se encendió; esta vez intercambiaron alguna explicación y reanudaron
la pelea.
Pero a la tercera, escucharon un gemido profundo, fue cuando comprendieron que
aquel Cristo impedía el enfrentamiento, se miraron un momento y un impulso
espontáneo les llevo a abrazarse y acordar que la que tiene que decidir es la
propia Inés.
Cuentan que los dos caballeros, aquella noche, tras suspender el duelo, pasaron
cerca de la fachada de la casa de Inés y con profunda sorpresa vieron como se
abría el balcón y como un hombre salía de él y comenzaba a bajar hasta el suelo
con la ayuda de una cuerda, mientras la propia Inés se despedía amorosamente
del galán.
Casilda...
La degollada...
Regreso
al puente de La Degollada...
Como cualquier visitante, la tentación
de apuntarse a un paseo en el tren turístico "Imperial" nos invadió
un día que cogí el Galiano desde Madrid para conocer Tolaitula.
Perdido en descifrar el contenido de la
mala grabación que acompañaba nuestro viaje del tren, sólo me dio tiempo de
recordar una triste leyenda y un fúnebre lugar: El Arroyo de la
Degollada…
Un año después me vi en el mismo lugar
interpretando al cristiano...
La
leyenda...
Aquí la leyenda enclava otro episodio más de las historias de amores imposibles
entre un caballero y una dama: el arroyo de la degollada o la muerte alimentada
por el odio religioso.
Ocurrió en el año 1085. El rey Alfonso VI reconquistaba Toledo. Las tropas
cristianas habían tomado la ciudad y sus oscuras callejuelas eran un constante
ir y venir de jinetes que vigilaban cualquier rebelión de los vencidos
musulmanes, judíos y mozárabes.
Cierto día los ojos de Rodrigo, uno de estos jóvenes caballeros que patrullaban
la antigua Tolaitola, fueron a encontrarse con los de una bella musulmana
llamada Zahira.
Rodrigo no podía olvidar el rostro de la preciosa doncella hasta que,
finalmente, obtuvo de ella una cita amparada por la oscuridad de la noche.
Pasado un tiempo, los jóvenes llegaron a fundirse en la pasión del amor.
Zahira confesó a su amado Rodrigo que quería convertirse al cristianismo y
entregarse a un valiente caballero cristiano que la protegiese de la terrible
venganza de sus padres por renunciar a sus creencias.
Rodrigo le declaró ser ese caballero cristiano y juró amor eterno a la que a
partir de ese momento llamaría Casilda, como ella deseaba.
Los dos jóvenes idearon el plan de huir hacia un cercano castillo para que un
sacerdote la bautizara y la uniera a su amado con el sagrado lazo matrimonial.
Los dos jóvenes nunca llegaron a ese castillo porque fueron sorprendidos en un
camino entre el Puente de Alcántara y la subida hacia el Valle por dos
atracadores árabes que, creyendo que la bella musulmana era secuestrada,
entraron en lucha con Rodrigo.
El joven intentó huir de ellos hacia el arroyo que dio nombre a esta leyenda,
pero una vez ahí, uno de los árabes alcanzó con su puñal el cuello de Casilda,
que cayó moribunda.
El caballero acudió rápidamente a socorrer a su amada; nada podía hacer para
salvar su vida por lo que, mirando hacia el cielo, tomó aguas del arroyo y
vertiéndola sobre la cabeza de Casilda, hizo realidad su última voluntad antes
de morir: ser bautizada en la fe de Cristo
Fanatismo
en El Cristo de la Luz...
Un viernes en la calle del Cristo de la
Luz...
Los coches no paran de pasar en un
viernes donde el casco histórico se viste de fiesta del fin de semana, “no hay
lugar alternativo”- le digo al actor que interpretara esta noche al judío Abi
Saín - “aquí ocurrieron los hechos, habrá que adaptarse, amigo, y cambiar de
ropa rápidamente porque el publico está a punto de llegar”
La Leyenda...
Todos los caminos nos llevan a la mezquita de Bab Al Mardúm, una de las más
conocidas mezquitas de Al Ándalus, bautizada en su época por Alfonso VI como
Mezquita del Cristo de la Luz.
Aquí una pequeña imagen de Cristo pudo ser leyenda, objeto de varios milagros,
sucesos misteriosos y de disputas sangrientas.
Es la mitad del siglo X, el odio religioso no paraba de derramar sangres tras
la reconquista de la ciudad; la leyenda nos habla de un grupo de judíos
fanáticos, los cuales sentían un rencor hacia un pequeño Cristo querido por los
cristianos toledanos y que se hallaba en esa misma mezquita.
La imagen de este Cristo pudo ser objeto de varias disputas alimentadas por el
odio religioso, a tal extremo, que ese grupo de judíos ideó un plan diabólico
para acabar con él: cubrir sus pies con un potentísimo veneno, y, como era
costumbre de los cristianos besarle los pies, creyeron que con su acción
lograrían un doble propósito: matar a los fieles cristianos y que estos
llegasen a dudar de la fe que tienen.
Los judíos obtuvieron como resultado todo lo contrario del plan ideado, porque
a la mañana siguiente, cuando los primeros fieles llegaron a rezar ante el
Cristo, éste retiró el pie desclavándolo de la cruz y no permitiendo que los
labios de los fieles llegasen a rozarle.
Se conocía el milagro, pero no se sabía el motivo. Fue el sacerdote quien
delató el veneno al observar una mancha verdosa sobre el pie desclavado de la
imagen.
La fama y popularidad del Cristo aumentó en toda la ciudad, y aumentaron sus
creyentes.
La noticia del milagro llegó a los oídos del autor de este crimen, Abi Saín.
Aquella noche no pudo dormir por una visión aterradora: veía el rostro del
Cristo que se dirigía hacia él hasta estallarle en el suyo y, a continuación,
un tropa de gente le perseguía tratando de cogerle y destrozarle.
Abi Saín se despertó y decidió regresar a la pequeña iglesia; al penetrar en el
recinto se aproximó al Cristo, observó con rabia el pie de la imagen separado
del madero, tal y como le habían contado. Lleno de cólera, tomo un puñal y se
lo clavó en el pecho al Crucificado.
Por efecto del fuerte golpe, la imagen cayó al suelo al tiempo que un grito de
dolor rasgó el aire; muerto de miedo pensó en huir, pero su odio pudo más y
recogió el Cristo, lo escondió entre sus ropas y, tras comprobar que no había
nadie por los alrededores, salió corriendo con la imagen a su casa para
destruirla.
Empezaba a amanecer; Abi Saín seguía durmiendo, descansando de las pasadas
emociones, cuando un fuerte rumor de voces alteradas se comenzó a escuchar.
En la calle, entre cientos de voces furiosas y amenazadoras, se escuchaba
nítidamente su nombre. Son las voces de un grupo de fieles cristianos que le
acusaban de herir al Cristo y robarle.
Pero, ¿cómo podía ser?, nadie le había visto. Pronto comprobó el misterioso
secreto. Las ropas donde había traído el cristo escondido se hallaban
chorreando sangre y ésta había dejado sus marcas entre la mezquita y su casa,
en la Plaza de Valdecaleros.
Florinda...
La Cava de Toledo...
Despedida en el torreón del Baño de
la Cava...
"En aquel torreón solitario,
preparamos nuestra despedida con el público. La actriz que hará Florinda,
invadida por el miedo de caer al rió; el actor que hará el ermitaño, envuelto
en la prisa de buscar algunos arbustos para encender una pequeña hoguera,
mientras yo, muy triste ya, me despedía de la noche que nos juntó bajo la luna
una vez mas con los personajes eternos que hemos encarnado en aquellas
callejuelas".
La
leyenda...
Nadie sabe cómo murió Florinda, la hija del conde D. Julián, tras el
hundimiento del imperio godo en el Guadalete; nadie supo la verdadera historia
de amor que unió a esa hermosa mujer con el último rey toledano, Don Rodrigo, a
quien siguen las crónicas castigando como culpable de la entrada de los árabes
a España.
Pero este torreón solitario, cerca del puente de San Martín, sigue guardando el
aspecto triste y nostálgico de aquellos sucesos que llevaron a Florinda la Cava
a sumergirse para siempre en las aguas del río.
Don Julián, el gobernador de Ceuta, con su hija Florinda habitaban Toledo
invitados por El Rey Rodrigo.
Ésta bellísima mujer acudía todos los días a la caída del sol a bañarse en las
aguas del Tajo mientras Don Rodrigo contemplaba su cuerpo virginal desde las
murallas de su Al Cazaba, desaparecida hoy de la parte de arriba del actual puente
San Martín.
El deseo del monarca se vio cumplido a los pocos días cuando Florinda acepto
unirse a sus brazos.
La felicidad embargaba la pareja, pero alguien se encargó de comunicar a Don
Julián la deshonra de su hija en las manos del monarca.
- Mi señor don Julián, traigo una noticia aterradora para vos –
le comenta al gobernador ceutí un fiel suyo, y añade – Vuestra hija
Florinda está siendo observada mientras se baña en el río por alguien de
vuestra confianza.
- ¿Quién es ese desgraciado que se atreve con ese semejante hecho? –
le pregunta el gobernador furioso.
- El mismísimo rey, mi señor – le responde el sirviente.
- ¿Don Rodrigo?, ¡ no puedo creerlo !..., he de averiguarlo yo mismo y, si
es cierto, mi venganza será terrible.
El gobernador de Ceuta montó en cólera y decidió vengar su honor ayudando a los
musulmanes a entrar a la península. Y, efectivamente, los árabes poco después
derrotaron a rey Rodrigo en Guadalete.
Los hechos son estos pero ¿qué fue de los personajes de esta historia?
Don Rodrigo, después de sufrir una depresión terrible, murió transformado en
ermitaño; Don Julián y sus aliados fueron muertos por los mismos árabes, y
Florinda, la bella Florinda, loca de dolor y de vergüenza, vino a terminar sus
días en este mismo torreón, mudo testigo de estos hechos.
Poco tiempo después de esto, los habitantes de esta zona junto a la Puerta del
Cambrón y a San Juan de los Reyes, comentaban con terror la aparición de una
mujer loca y desmelenada que recorría la orilla del río, gritando a veces y
murmurando palabras sin sentido. Muchos intentaron pedirle explicación pero
ella huía, sin que nadie pudiera seguirla.
¿Era la bella Florinda?. ¿Era un espectro, o un ser humano?. ¿Era real esta
mujer o sólo fruto de la imaginación?. Preguntas que dieron muchas leyendas.
Pero aquella mujer no quería ver a nadie, sólo parecía querer vivir en la
sombra hasta que desapareció y nadie volvió a verla.
Años después, un hecho extraño vuelve a revivir estos acontecimientos.
En pie sobre el torreón, cuando la tempestad envolvía la ciudad, aparecía una
figura sin vida, con el cabello suelto al aire, volviendo su triste mirada a
todas partes.
Algunos fieles acudieron al valle, para buscar remedio para ese mal, a un viejo
ermitaño, que se acercó una noche a este lugar y al que, tras muchas oraciones,
se le apareció la figura que le describieron los testigos.
- En nombre de Dios, el misericordioso y todopoderoso, ¿quién eres, alma en
pena y qué buscas cada noche en estos parajes? -le manifestó el
ermitaño a la figura, mientras procedía a realizar su rito.
De repente, la mujer se llenó de vida aquella noche y le dijo con una voz
agonizada:
- “Yo soy Florinda la maldita, Florinda la Cava, la hija impura del conde D.
Julián. Cuando supe que España era, por mi crimen, esclava de los hijos de
Mahoma, una voz interior se alzó en lo más profundo de mi alma, mandándome
venir, sin tregua ni descanso, a este lugar de mis culpas, a buscar mi honor
perdido en el Tajo. Perdí la razón, pero no lo bastante para dejar de oír esta
voz acusadora; mi vergüenza y mi dolor me mataron; aquí, en este sitio, testigo
de mis torpes placeres, yace insepulto mi cuerpo; mi alma aparece todas las
noches, en penitencia para llorar eternamente mi falta; y evocada por mi
llanto, el alma de Rodrigo baja también a llorar la suya a las rotas almenas de
su palacio. Bendice en nombre del altísimo este lugar maldito, y mi alma no
volverá a aparecer en ellos.”
Tras un instante, la sombra desapareció en medio de los humos de incienso que
habían envuelto el lugar.
El ermitaño bendijo el lugar en nombre de Dios, rezó por las dos almas, y desde
aquel día no volvió a verse en Toledo la sombra de Florinda.
La
mujer del Alarife...
Prisas en el Puente de San Martín...
"Prisas en cambiar el vestuario, en
encender las antorchas que iluminarán las murallas del Puente de San Martín, en
esconder el atrezzo... Siempre las prisa para llegar a la perfección, todo por
un público que solo quiere escuchar la leyenda o por otro que hace hacer tiempo
para irse después a su bar de copas preferido".
La leyenda...
El arzobispo Don Pedro Tenorio ordena en el año 1390, reconstruir el puente que
se quedo destruido tras una batalla, de tal tarea se encargo un prestigioso
Alarife de la ciudad.Tras años de trabajo, y cuando solo faltaban tres días para retirar las maderas
que sujetaban el arco central y inaugurar el puente, el arquitecto que debería
estar feliz de la obra que hizo ésta totalmente triste, nervioso e invadido por
todas las penas.
- Cierto, terriblemente es cierto - manifiesta el arquitecto a
su mujer.
- ¿Qué os sucede, querido marido, qué os preocupa tanto esposo, jamás
te he visto así, cuéntame tus penas que serán mis penas también...? -
le pregunta su esposa.
- Vais a saberlo, todos lo vais a saber, tu esposo, del que tan
orgullosa has estado siempre, por creerle el mejor Alarife del reino, está
totalmente perdido – explica el marido con un notable tono de nervios.
- ¿Perdido ...?, ¡imposible! ...cómo puede ser eso ...no puedo creerlo! –
exclama la mujer, preocupada ya.
- Ves, ni tú misma lo crees ... pues qué será cuando se haga público y
lo sepa todo el mundo, seré la burla de todos, el despreciado de todos, me
apartarán y me encerrarán en los calabozos de la ciudad – añade el
marido.
- Pero, por Dios, decidme, ¿Qué os sucede...? - le pregunta su
mujer.
- Sucede que ahora, querida y desgraciada esposa mía, cuando solamente
falta cerrar el arco central del puente que llevo meses y meses dibujando y
construyendo, aparecen unos errores inexplicables en mis cálculos que no he
advertido hasta ahora...se producirá la catástrofe del hundimiento del arco
central... – explica el esposo removiendo los planos del puente y las
lágrimas en los ojos.
- No puede ser, esposo ... míralo bien. – le dice la mujer,
que no asume lo que le manifiesta el marido
- Es una certidumbre matemática esposa, no hay remedio, he repasado los
cálculos cientos de veces... es la ruina, todo mi prestigio se vendrá abajo –
el Alarife abraza muy afectado a su mujer y añade- Tengo que hacer
algo, no puedo estar así, esperando, iré a repasar otra vez los cálculo, esto
es el final... Dios mío...
El marido entra a una de las habitaciones de su casa; mientras la esposa
se queda pensando en la desgracia que se acaba de caer sobre su esposo.
- El mal está hecho, ya no tiene solución, cómo evitar que caiga
ese deshonor sobre mi pobre marido... tengo que hacer algo, entregaría mi vida
por no ver a mi marido en este deprecio, Dios..., si pudiera la tierra tragarse
este puente, daría la vida ... pues sí, hay que hacerlo desaparecer ... pero
¿cómo? ... es de madera dura y pura, ni siquiera podría hacerlo sola durante mi
vida entera ...abrir los clavos ... no puedo sola ...el enemigo de la madera,
sí... el fuego ... prenderle fuego ... eso es ... con aceites y cuerdas ... y
luego dirán que era un rayo de la tormenta, tengo que empezar ya, antes que
descubra alguien este plan.
En medio de la tormenta, la esposa llevó su plan ideado.
Al amanecer, la noticia se extendió por la ciudad, pero todos convencidos de
que fue un rayo, el Arzobispo mandó otra vez al Alarife a completar su obra.
Días después, cuando las obras del nuevo puente finalizaron, la esposa del
arquitecto pidió audiencia a Don Pedro y le confesó la verdad de su delito; el
Arzobispo le perdonó, ya que, intentado salvar el honor de su marido, salvó las
vidas de tantos toledanos; además el Arzobispo mandó colocar en el arco central
del nuevo puente una pequeña estatua con la figura de esta valiente mujer.
Las
Cuevas de Hércules...
Furia
en el Callejón de San Ginés.....
"Aquel día no pasamos
desapercibidos como de costumbre; el actor, furioso en su papel de rey Rodrigo,
forzando la entrada a la cueva, el público entregado con la magia de la escena,
cuando, de repente, se suma un vecino desde una ventana, furioso también: “tantas
leyendas y tanto teatro, estamos durmiendo, señores, así que hagan el favor de
callarse”
La
leyenda...
¿Cuántos secretos quedan enterrados en los sótanos de Toledo?. ¿Cuántas veces
hemos oído hablar de cuevas y pasillos subterráneos que se comunican entre
varias partes de la ciudad? ¿ Cuántas veces se ha ligado el nombre del poderoso
Hércules con esos secretos?.
Dicen que estos lugares fueron laboratorios secretos desde los que el propio
Hércules enseñaba las ciencias ocultas. Todavía quedan por resolver las
posibles entradas a las cuevas, pero la leyenda que nos llama la atención se
remite a algunas figuras o pinturas que había en ellas antes de la llegada de
los árabes, cuyo desvelamiento - según las creencias de la época - atrae
grandes males.
Esta cueva se vincula también a otro misterio referido al rey Don Rodrigo y a
la caída de España en manos árabes.
El rey se atreve a entrar y con su gesto arrastra la ruina a su país, que se
verá invadido por los árabes.
En un cuento alegórico que se titula "Rodrigo o la torre encantada",
el Marqués de Sade, recoge ese hecho de manera fantástica:
- "Mientras el peligro aumenta, el desgraciado monarca está en vísperas
de ser echado del trono; se acuerda entonces de un monumento antiguo que hay
por los alrededores de Toledo, el que llaman la Torre Encantada; la opinión
vulgar cree que está llena de tesoros; el príncipe corre a ella con el
propósito de aprehenderlos; pero no es posible entrar en el tenebroso reducto.
Una puerta de hierro provista de mil cerraduras le impide tan bien el paso, que
ningún mortal ha podido todavía penetrar en ella. En lo alto de esta puerta
terrible se lee en caracteres griegos: No te acerques si temes a la muerte.
Rodrigo no se asusta por esto: se trata de sus Estados, toda esperanza de
encontrar fondos está perdida absolutamente: manda romper las puertas y sigue
adelante."
Tan fuerte era la creencia, que al acabar la Edad Media, se ordeno tapar
cualquiera entrada a esas cuevas por las terribles historias que rodeaban su
existencia.
La estatua y el beso del francés...
Contratiempos en San Pedro Mártir...
El actor había engordado en un año de tal manera que no le caben ya los vestidos del francés; la actriz había olvidado el maquillaje blanco para pintarse de estatua; en el lugar donde siempre hemos escenificado la escena, habían colocado algunos andamios de obras; en el jardín que había frente de la iglesia, bajo la estatua del Gracilazo, un grupo de jóvenes con el ruido del botellón; pero habrá que adaptarse e interpretar la escena del beso...
La leyenda...
Los ejércitos franceses se apoderaron de Toledo. Comenzaron por habilitar como cuarteles los mejores edificios de la ciudad, entre ellos, el prestigioso Alcázar de Carlos V y, cuando ya no había cabida para más gente, se empezaron a invadir las iglesias consagradas al culto, entre las que se encontraba la iglesia de San Pedro Mártir.
En Zocodover, lugar de reunión de los nuevos habitantes de la ciudad, el capitán de escuadrón de caballería empieza a relatar a sus compañeros algunos terribles hechos y fenómenos que pudo presenciar cuando dormía en la pequeña iglesia de San Pedro Mártir; les habló aquel día del misterio de dos estatuas, una mujer y un noble guerrero castellano, que se hallaban en la capilla del claustro.
El joven oficial, para demostrar que sus relatos eran ciertos, invita a sus compañeros a pasar una noche con él en la pequeña capilla donde vio aquellos increíbles sucesos. Al anochecer, todos acuden a la cita en la pequeña iglesia, donde pronto se organiza una improvisada fiesta.
Envueltos entre las botellas y las risas, el capitán decide dar rienda suelta a sus impulsos. Se levanta, para humillar a aquel antiguo guerrero español, vertiendo una copa de vino sobre su cara y, posteriormente, para dar un beso a aquella mujer de piedra.
No creáis que os odio por ser un rival... no.. no, al contrario, os admiro como esposo al sentirme cortejando en vuestra presencia a vuestra hermosa mujer... yo os invito a que bebáis – dirigiéndose al guerrero de piedra.
· ¡Capitán!. ¿Qué locura vais a hacer?. ¡Basta de bromas!. ¡Dejad en paz a los muertos! - gritaron todos los presentes en un intento de convencer al oficial para que dejase de humillar a aquella estatua.
Sin embargo, el francés proseguía en su cortejo a la mujer de mármol.
·Os juro por mi honor que ayer hizo un gesto con sus ojos que parecía de carne y hueso... y cuando me acerqué a ella, su cara empezó a cambiar de color – contemplando la estatua seguía en sus fantasías - Mirad qué blanca silueta tiene, qué rostro tan perfecto y virginal, la admiro, amigos, la admiro y no la cambio ni por la diosa más hermosa, mirad como me invita a un amor nuevo, daría mi vida por besar sus labios, sí.. sí, sólo un beso puede calmar mi sed...
El joven, acerca sus labios a los de la estatua de la bella dama y, de repente, resonó un grito de horror en el templo. El francés había caído desplomado al pie del sepulcro, arrojando sangre por boca y nariz.
Aquel guerrero de mármol había levantado su mano para derribar con un golpe al francés que pretendía deshonrar a su esposa.
FUENTES: Nouaman Aouraghe - "HUELLAS, Viaje por
el Toledo de las leyendas" 2º edición – Toledo 2004 – Ediciones Nedjma - Derechos Creative Commons
(CC-BY) - Citando al autor.
http://leyendasdetoledo.blogspot.com.es/